La ventana
Hacia horas que las estrellas adornaban la noche. Las campanillas de los animales sonaban acompasadamente dentro de la casa, donde el olor a pan recién hecho del horno se mezclaba con el de la hierba de la cuadra. En el exterior, los arboles hablaban entre sí al compas del viento.
Hacia poco que todos se habían retirado a dormir. Pero ella seguía despierta. Miraba por la ventana. ¿Sería esa la noche? Sentía que había llegado su momento.
Después de tanto tiempo, parecía que el destino había decidido por fin ser justo con ellos.
Él iba a venir a por ella. Por eso esperó el momento mas tranquilo de la noche para deslizarse por la ventana de su habitación y salir corriendo a su encuentro.
El largo camino
Durante años , cada vez que se cruzaban en el camino del viejo pino se miraban de una forma tan intensa que les causaba dolor. No podían estar juntos. Pero ambos sabían que algún día , aunque fuera solo por un momento, se fundirían en un intenso y cálido abrazo.
Vivieron sus vidas en la distancia. Sabiendo uno del otro. Sin verse.
Hasta que una tarde de agosto, después de mucho tiempo, se reencontraron. En el mismo camino. Él había vuelto a buscarla. Ella nunca había dejado de esperarle.
El destino
Caminaba nerviosa, turbada por la certeza de que su vida estaba a punto de empezar un nuevo capitulo. El definitivo. Se digirió hacia él con paso firme y una sonrisa iluminando sus ojos. Él la esperaba junto al viejo pino, risueño e impaciente.
Extendió sus brazos para abrazarle… por fin su alma llegaba a su refugio. Por fin sus pieles estaban a punto de sentirse… Cerró los ojos para recibir su abrazo.
…
Despertó y apretó fuerte sus ojos llenos de lágrimas. Casi había conseguido estar entre sus brazos. Sólo había sido un sueño.Sintió impotencia, rabia, dolor…
Dolor. Abrió los ojos. Su nieta aferraba su mano. Lloraba. El sonido ensordecedor de una máquina le dejo aturdida unos segundos. Desconocidos con batas blancas corrían a su alrededor… y a los pies de su cama, lo vio. Él había venido a buscarla. Esta vez si. Extendió su mano y por fin, después de toda una vida anhelándose, se unieron. Para toda la eternidad.