Hace unas pocas horas que estaba arrastrando mi maleta por las empedradas calles de Santiago y al pasar bajo el arco del Palacio de Xelmirez, las notas que el siempre eterno gaiteiro arrancaba de su gaita han hecho que se me humedecieran los ojos por la pena de no querer marcharme.
El frío y la oscuridad acompañaban esas notas aún cuando ya había dejado atrás el Obradoiro y bajaba hacia San Clemente.
No se que tendrá esta ciudad que desde niña tiene una poderosa atracción sobre mi. Con el paso de los años me he ido enamorando poco a poco de ella , y hoy he tenido claro que nuestro idilio va para largo.
En menos de 24 horas, la he exprimido y disfrutado cada segundo que he pasado en ella.
Y ahora mismo, no puedo quitarme esta canción de la cabeza
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No llueve en Santiago, pero sí en mi corazón